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Fuego de infierno
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Fuego de infierno

Fandom: El jorobado de Notre Dame (genderbender)

Me siento condenada. Yo, Claudine, que siempre fui alguien de bien y nunca me había dejado corromper por la lujuria, ahora me siento condenada y todo por culpa de esa sirena, esa mujer. Tomo mi escapulario de la Virgen y mi cruz, ahora me pregunto ¿por qué yo? ¿Por qué he sido arrastrada a cometer uno de los peores pecados? “¿Por qué, Beata María?”, me pregunto, acomodándome cerca de la chimenea.

Y es que desde la primera vez que la vi, despertó en mí un deseo tan ardiente que nunca antes había sentido; su piel morena, cabello negro y ojos verdes que hacían honor a su nombre: Esmeralda. Al observarla bailar supe que acababa de ser condenada por este ardiente deseo por otra mujer que, como la bruja que era, me arrastraba al pecado.

Tomo un pedazo de tela que ella usó en una de sus presentaciones de baile, el cual llevó hasta mi asiento para obsequiarme. Al recordarla moverse, siento cómo me quemo por dentro. Aún es perceptible su aroma, me vuelve loca, no quiero perder el control, no quiero pecar. ¿Es acaso una prueba de Dios o es el propio diablo intentando alejarme del camino del bien? Protégeme, María. Su aroma y su imagen no dejan de atormentar mi memoria.

Sin embargo, es más fuerte el demonio que el mortal, no es mi culpa sino la de esa gitana por hacerse desear. He decidido ceder ante esta pasión, por lo tanto, ruego que, si ella no puede ser mía, sea destruida y deje de perturbar mi alma. Creo que estoy volviéndome loca, pero en el fuego de mi chimenea veo su figura danzando, la miro atónita, pareciera que se ha materializado en las llamas y se dirige hacia mí de forma seductora, me rodea con sus brazos y cedo ante ella. Al intentar abrazarla, alguien toca a mi puerta y me hace volver a la realidad; era sólo una ilusión macabra.

La puerta se abre, es uno de los soldados de París bajo mi mando.

—Ministra Claudine, la gitana escapó.

—¿Qué? —respondo furiosa, pues la había rodeado con mis soldados, era imposible que escapara.

—No está en la catedral, se ha ido.

Me frustro y, con la palma de mi mano, recorro con fuerza mi rostro.

—¡Vete, idiota! —ordeno al soldado, quien desaparece sin chistar.

Me quedo viendo al fuego durante un largo rato, vuelvo a tomar la tela que perteneció a Esmeralda y continúo con mis letanías.

—Dios tenga piedad de ella, y que también la tenga conmigo —vuelvo a implorar.

La encontraré, aunque tenga que quemar todo París, y, cuando la encuentre, ella podrá escoger ser mía. Pero si me rechaza, será condenada a las llamas del infierno, tal como ella me ha condenado a mí desde el momento que fui seducida por su hechizante baile.

Me he quedado dormida al lado de la chimenea, cuyas llamas calentaron mi cuerpo como sus pensamientos mantuvieron ardiendo mi mente. No descansaré hasta encontrarla entre las cenizas de esta pecaminosa ciudad.

1 de mayo de 2020 Sam Loz T Fanfiction Número 10 Drama Romance

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