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Mejor sentarse a solas, y esperar que caigan
las altas esperanzas desde este limonero
donde se sueñan largamente los segundos
bajo el sol reflejado en las hojas, las espinas.
Redondo rayo sobre el cenit cubre el domo,
la máquina de las especulaciones repitiendo
la hojarasca del deseo que alimenta el deseo,
la sal aciaga que en el tacto es esperanza.
Alguien tiembla ante la picadura del ánimo
y se destruye en esquirlas. Alguien que viene
arderá, viajará a deshacerse en pedacitos
o imitando un temor, se esconderá en la suma
de lo que dice hallarse intacto, aunque regrese
con la calma sentida en el vientre tras la risa.
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Esperar nuevamente del lado de la ola
y nada hallar adentro sino exceso de juego,
agitación que vuelve germinal la orilla
y un segundo que persigue otro segundo
en el rayo que despierta del sueño a desasir.
Ser delante de ti el animal que desprende
el ánimo a desolación, ser adentro tan vil,
quieta presa en espera de la noche que avanza
y esconde a tu partida la furia en la hojarasca,
y después balbucea los contornos del ánimo
ignorando la sÃlaba que talla este abandono
con paciencia de muro caÃdo por demolición.
Flujo del agua en exceso al umbral de las horas
mientras vives siendo sin temer cuanto sucede
en el reflejo disperso que habita el mundo afÃn:
estrellas que persisten extendiendo un cielo
que traspasa la nube e implosiona en sentencia
sobre el acantilado negro bajo el fondo del ojo;
quietud que el agua invoca bajo bruma y arena,
un rÃo de piedra cayendo sobre mÃ.
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Toda la sal que escribe a rastras, en ondulaciones,
vÃas que se desbordan de plegarse al rayo que no es
extensión de luz, canto rodando las omisiones,
mientras el cielo tiende este fuego colorado
de ser a solas en una misma voz. Viento interior
ataca cuando el escampe que siega la planicie
borra caminos inútiles, esfuerzos por contar
lo que desmorona la sima de las aproximaciones,
hacia el celeste de modo vertical en todo ascenso,
y este sermón del miedo de no llegar a ti.
La polución sonora escoge bien sus vÃctimas
donde se multiplica la duda siendo fila
para las acumulaciones del desánimo,
y desdoblar la lluvia que reduce la dureza
de lo que siendo isla se atomiza y borra
hasta venir contigo a ser lo mismo adentro:
darse de golpes al tÃmpano, rayos a la retina
donde el aire escoge el juego del ocultamiento
y apilar el burilado sobre las comisuras
de lo que se revela siendo semilla de señuelo,
amado blanco móvil del lÃmite en engaño,
agua que estremece la cascada al mar, y viene
y multiplica este mundo más allá de nosotros.
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Qué aburrido medir cuanto cae con la nieve
& sus ciclos de humo y nube sobre un fondo
de espadas acechando el polÃcromo hado:
un entorno que rodea todo el ser contenido
por la estación en ti, calmo rayo ascendiente
que a golpes en el ojo remece toda duda
de verme destruido al perderte o desasirme,
del temor que inicia con tus ganas de dormir.
Cuánto rayo se enciende mientras cada uno
sigue pendiente de sÃ, asido del ego y la queja,
apilando sÃlabas al sueño. Debiera disolverme
en la luz que une los ciclos de la permanencia
y multiplica la quietud del viento a lo huidizo
mientras seca el humedal, amaina la neblina,
indicio peregrino de un hábito en despojo,
descenso para umbra que plena hierve en ti.
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La palabra marrón, la palabra plano para esquirla,
la palabra rojo-púrpura al iman de la autopista,
el mojado de un eco que resuma espanto
e inclina la pasión de quien llora en un redil
de Ãdolos serviles al prúrito del ánimo,
sal inclinada al eco de un destino, y cable
a tierra. La electricidad se sabe poderosa
en el corazón de quien teme esta deriva
del tacto que me incendia en ser distancia,
páramo de quien vive en humedad incierta,
en la ciudad del rey sin cuello para soga,
mugrero en que se inclina la coda renegrida
a mácula de polvo en ser nonsanto,
un pÃstilo sin fruto & un futuro ruÃn.