Es una palabra muy significativa.
Cuando fui creciendo, me di cuenta de que con cada persona debo comportarme de una forma distinta, porque se podría molestar. Para evitar estar fingiendo, sólo traté de ser callada. De esta forma, mantuve a las personas al margen de mi vida, que yo considero privada. No me gusta que sepan todo de mí porque me da miedo que piensen mal de mí y que, por esa razón, vayan a dejar de quererme.
Hoy entendí que no importa si dejan de quererme, yo sé que los quiero, pero sí me hace sentir un poco incómoda el actuar que tienen ahora conmigo. Siendo sincera, yo me lo busqué por cómo me comportaba, pero bueno. Duele al inicio, después empiezas a acostumbrarte.
Creo que aprendí a ser cautelosa cuando tenía 5 años, cuando empecé a entender que todo lo que hacía tenía alguna consecuencia, la cual no siempre era buena. Las personas que me conocen se llegan a sorprender por el cómo me doy cuenta de las más mínimas cosas que pasan a mi alrededor. Se sorprenden cuando encuentro puntos ciegos en tiendas o cuando me doy cuenta de quién está entrando a una habitación por el simple hecho de cómo se oye al pisar o al abrir una puerta. Nunca había considerado eso como digno de sorpresa ya que para mí era normal aprender todo eso. Después de un tiempo, me di cuenta de que lo hacía porque quería saber cómo comportarme con la persona que fuera a entrar a esa habitación.
Puede que sea un poco extraño, pero me gusta esa parte de mí que fui forjando con el tiempo. Creo que lo hice más para prevenir un daño o un peligro, tenía miedo de terminar dañada y, al final de cuentas, terminé tan rota que cuando camino suenan cristales.