blurred-La visita del Reino
La visita del Reino
10 min.

Segadores (saga primera)

La visita del Reino

Esa mañana, la bella joven de largo cabello plateado se despierta en su enorme cama repleta de sabanas calientitas y cómodas. Las doncellas asignadas para facilitarle la vida la despertaban cada mañana después de las diez, ¿para qué?, para nada interesante en realidad. Las princesas, después de todo, no hacían muchas cosas, en especial Jessenia, quien, con tan solo pedir una simple cosa, por más trivial que esto sea, la gente que la oye solo escucha una orden absoluta.

Las doncellas, quienes eran chicas realmente lindas y de buen porte, con largos vestidos de sirvienta y jóvenes, ayudan a Jessenia a desvestirse, a peinar su larga cabellera frente a un amplio espejo dentro de un marco de oro sólido. Las chicas, ambas, sonreían ruborizadas cada mañana desde hace ya vario años, pues no solo peinaban los extraños y bellos cabellos de una princesa, sino que tocaban parte del cuerpo de la mujer más hermosa de este mundo, no, de la mujer más bella que haya existido o existirá en esta vida.

Fue lo que Jessenia pensó de ellas con tan solo ver sus bobaliconas sonrisas llenas de éxtasis, no obstante, la joven princesa no pudo culparlas, ya que la chica sabía que no era culpa de ellas, sino de sí misma, debido a lo ocurrido diez años atrás, aquel suceso, aquel acontecimiento ocurrido en un sendero solitario bajo la luz de la luna, desde que conoció a esa extraña mujer, toda su vida había cambiado de forma radical.

Al principio ese cambio fue el mejor de toda su vida, la niña no paraba de sonreír alegremente y de reír, por esa época, Jessenia había recuperado la sonrisa y la alegría que creía muerta desde que abrió la puerta de su casa una tarde y encontró lo que encontró del otro lado. A partir de ese momento, su vida se convirtió en un infierno.

Jessenia sacudió la cabeza para alejar aquellos amargos recuerdos. Ya no servía de nada rememorarlos porque, a fin de cuentas, ¿algo cambiaría por tan solo revivirlos dentro de su cabeza? No. Lo más fácil y sencillo era olvidar. Echarlos bajo la cama o bajo la alfombra y pisotearlos cientos de veces, esperando a que se disolvieran como las partículas de polvo.

—Ya está lista, Princesa —comentó con alegría una doncella.

Jessenia regresĂł de su ensimismamiento y se vio reflejada.

“Por qué todos dicen que soy la mujer más hermosa de todo el mundo? La verdad, apenas si soy un poco bonita” fue lo que pensó Jessenia de sí misma al verse reflejada. La verdad era que la joven princesa era muy linda, tenía un bonito rostro y un par de tiernos ojos azules, piel tersa y suave y unos pechos no muy grandes, pero tampoco eran pequeños, piernas largas y un abdomen plano. Era una chica atractiva, quizás un poco más que el común, pero estaba muy lejos de ser poseedora de una belleza casi divina como la gente que la rodeaba la tachaba con tan solo verla.

—No es culpa de ellos, sino mía —se repitió mentalmente con ojos vacíos de emociones y la mirada un poco baja.

—¿Princesa? —repitió preocupada una de las doncellas—. ¿Se encuentra bien?

—¡Ah! Claro, me encuentro bien, no te preocupes —se apresuró a decir—. Hiciste un buen trabajo Emily—le dijo con una sonrisa un poco forzada e hizo lo que siempre hacía, aunque ella no le encontraba ningún significado: acaricio la cabeza de la linda doncella como si de un perro leal se tratara. La muchacha se alegró mucho por esta muestra de cariño que sus mejillas parecían más bien un par de tomates.

—Yo también hice un buen trabajo, Princesa —le recordó la segunda doncella que tenía el cabello más largo que la primera y suelto hasta el nivel medio de la espalda.

Jessenia repitió la caricia de la cabeza con ella también y esta segunda joven se alegró y ruborizo como la primera.

—¿A dónde ira hoy Princesa? —preguntó curiosa Emily—. A la gran Biblioteca a leer un poco, a visitar al pueblo o a caminar por el reino.

Jessenia volteo a mirar a la segunda doncella.

—¿Tú qué opinas, Jane, qué debería hacer hoy?

Jane se arrodillo frente a la Princesa Jessenia y exclamo lo siguiente:

—No me corresponde decirle que hacer Princesa, cualquier cosa que usted decida hacer será lo correcto solo porque usted así lo dice.

Jessenia entrecerró los ojos, deprimida. La misma respuesta de siempre, más de una persona se lo había dicho a lo largo de su vida, desde esa noche, con su encuentro con esa misteriosa mujer vestida de negro.

“Cualquier cosa que usted decida hacer será lo correcto solo porque usted así lo dice” era la respuesta que mucha gente le ha dicho desde hace diez años atrás, pero la verdad, Jessenia llevaba todo ese tiempo cuestionándose si de verdad hacía lo correcto. Pese a tenerlo todo, una enorme cama cómoda y caliente dentro de una espaciosa y bellísima habitación perfectamente bien decorada, vivir dentro del palacio real y ser considerada una de las hijas más del rey, aunque no esté emparejada de ninguna forma con la realeza. Llena de todo tipo de lujos y comodidades y, aun así, se sentía muy vacía, hueca; ella sabía que no se merecía nada de lo que poseía actualmente, ya que jamás hizo nada para ganárselo. O al menos, así era como Jessenia se sentía al respecto.

—Caminemos por el reino, un poco de sol me hará bien.

Ese dĂ­a no tenĂ­a ganas de encerrarse dentro de la Gran Biblioteca para atiborrarse de cuentos, relatos, crĂłnicas y novelas de fantasĂ­a, que narraban las emocionantes y peligrosas aventuras de los diferentes guerreros, soldados, prĂ­ncipes y princesas guerras del mundo de la ficciĂłn, quienes se enfrentaban a los peligros del mundo por una u otra razĂłn.

Mientras caminaba hacía la entrada principal del castillo y con todos los ojos de hombres y mujeres sobre ella, sonriéndole con las mismas caras bobaliconas de siempre, es que Jessenia piensa en la inexistente posibilidad de que algún día, un príncipe, un guerrero o un ser cualquiera la rescate de la jaula en la que se encontraba y en la que ella misma se metió y no sabía cómo salir.

Mejor dicho, Jessenia podía salir en cualquier momento, dentro de ella tenía el poder de hacer con los demás lo que ella quisiese. En el pasado lo había experimentado. Cualquier cosa que ella pidiese, por más inverosímil, irracional o ilógico que suene, la gente se lo concedería, ya que a los ojos de los demás, Jessenia era un ser perfecto, deseado y amado por tan solo una simple vista que se le eche. Era tan amada y deseada, que resultaba al mismo tiempo intimidante y repelente. Ya que nadie sabía cómo mantener una plática con ella sin perderse en el cielo de sus ojos o en la música de sus labios. Casi como si Jessenia fuera una Gorgona con mirada petrificadora, sólo que ella encantaba y no convertía en piedra y lo que era más, la gente nunca se resistía.

Por lo tanto, ella podía salir del reino en el momento en que ella lo deseara, lo único que se lo impedía era el miedo. ¿A dónde iría si realmente se fuera? ¿Qué haría con su vida? La respuesta era obvia: nada de nada. Su poder se encargaría de endulzarlos a todos y, a su propia manera, petrificaría a un montón de inocentes. Por lo que prefería quedarse encerrada en el castillo, donde su poder incontrolable no dañe a terceros. Pese a esto, la chica necesitaba de los rayos del sol y de estirar las piernas un poco.

Al momento de salir y ver como el puente bajaba sobre un enorme poso lleno de agua que rodeaba todo el castillo, la joven princesa ve más allá el inicio del pueblo. El puente conecta con el otro lado y la princesa, junto a sus doncellas Jane y Emily, quienes caminaban a su lado separadas por un metro de distancia. Frente a los orbes azules de Jessenia, el Reino de Fior se levantaba hermoso durante el día, bello durante la noche y, al mismo tiempo, almacenando los dolorosos recuerdos de su pasado y el vacío que proyectaba su futuro. Años atrás, Jessenia había perdido el interés en ese reino.

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El sol amenazaba con quemar lo que sea que estuviera debajo de él. El cielo estaba limpio sin una sola nube surcándolo ese día, el viento era fuerte y cálido. Una persona de baja estatura, vestida de pies a cabeza con una vieja capa de viaje, yacía frente a una enorme grieta que impedía su avance, más allá de donde se encontraba, se veía a simple vista el Reino de Fior. Una increíble ciudad construida en la cima de una cadena de montañas, tres para ser más exacto y las tres ciudades se mantenían unidas por unos enormes puentes. Era una verdadera pieza de arte creada por humanos.

El viento soplaba y junto a las ramas de los árboles a los lados del camino, la larga capa de viaje del individuo se ondea hacía atrás sin quitarle los fríos ojos azules de vista a su objetivo. Una simple grieta no impediría su paso.

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Jessenia caminaba entre las humildes viviendas de las personas, una serie de casas construidas con madera y que yacĂ­an separadas de las de sus vecinas por unos cuantos metros de distancia. La calle por la que trascendĂ­an los habitantes era lo bastante ancha, lo suficiente como para que un grupo de personas se haya reunido con el Ăşnico propĂłsito de ver pasar a la princesa del reino.

La multitud se había agrupado para ver caminar a Jessenia y era esta una de las razones más fuertes por las que pocas veces salía del castillo. Detestaba el absurdo comportamiento de toda esa gente, las idiotas sonrisas de sus caras y sus torpes halagos, sino fuera porque necesitaba salir de vez en cuando a caminar y a que le dé el sol, Jessenia permanecería encerrada en la Gran Biblioteca todos los días y todas las noches, después de todo, en ese lugar se podía vivir toda una vida humana leyendo y leyendo y jamás acabarías de leer la mitad de todos los libros que el Rey Joseph coleccionaba.

Se le prestaba más atención a la princesa Jessenia que a las auténticas hijas del rey: Aria de quince años y Ariana de doce, siendo Jessenia la mayor con dieciocho años.

—Es ella, es ella —decía apresurado uno de los habitantes.

—La Princesa Jessenia es tan hermosa —gritaba otro.

— Me alegra tanto estar vivo —exclamaba exagerado otro.

—Espero que la Princesa nunca se case y nunca se enamore, ella es para todos, no sólo para uno —trató de decir un hombre en voz baja, no obstante, no lo logro.

Al escucharlo, Jessenia no se molestó, sólo sintió un poco de tristeza. Pues, para empezar, Jessenia jamás ha sentido alguna emoción o algún sentimiento parecido al amor; lo último que supo de esta palabra fue hace diez años atrás, cuando la chica era alguien totalmente diferente y no la falsa princesa que fingía ser ahora.

Desde que entro a la adolescencia, muchos chicos jóvenes y guapos, de toda clase de posiciones sociales, habían tratado de ligarla, de cortejarla, de seducirla, no obstante, la joven princesa ya no supo diferencia el amor real al sentimiento que todos ellos le predicaban todos los días. El corazón de la joven se volvió desconfiado y con el tiempo se fue cerrando. Tantos regalos, tantas promesas de felicidad y muchos hijos, pero la inocente y pura chica los rechazo a todos. En algún punto de su vida, se acostumbró tanto a los elogios, a los regalos y a una vida fácil, que Jessenia ya se aburría de todo aquello, ya no le interesaba ni le despertaba un poco de emoción. A sus ojos, todos eran iguales, hombres y mujeres, adultos y niños, la muchacha no fue capaz de sentir una verdadera conexión o un lazo con alguno de ellos. Ni siquiera por su padre falso ni por sus hermanos falsas, quienes la trataban como todos los demás, idealizándola, atribuyéndole virtudes que la joven no poseía. Jessenia lo sabía desde hace mucho tiempo atrás, ninguno de ellos la veía por quien era realmente, un ser humano débil y lleno de defectos.

La princesa dejo escapar un profundo suspiro, miro hacía el piso y sus ojos yacían sin brillo, profundos, como dos pozos sin fondo; la joven se encontraba sola, perdida y desdichada y pese a estar rodeada de gente, nadie lo sabía, nadie la veía. Nada había cambiado, lo mismo de hace diez años atrás seguía repitiéndose. Jessenia seguía estando sola en un mundo que no la entendía.

Fue entonces que sucedió, un repentino aire golpeo el lugar, los largos y hermosos cabellos plateados de Jessenia volaron al compás del aire y mientras levantaba la mirada, la princesa reconoció entre la muchedumbre, un par de ojos tan fríos como el hielo mismo y pegados a una mirada tan afilada como la de un cuchillo, así como adheridos a un rostro inexpresivo.

El intercambio de miradas no duro más de unos simples segundos, luego, uno de los habitantes del reino se interpuso en la vista y el misterioso par de ojos inexpresivos había desaparecido.

La princesa miro esperanzada por todos lados, dichosa de haber encontrado a una persona que no cayera rendida por los encantos mágicos de su apariencia externa. Pero por más que busco, no encontró nada fuera de lo normal, solo la misma gente falsa que le predicaba todo tipo de halagos injustificados.

—Habrá sido mi imaginación? —se cuestionó la chica.

El día le dio paso a la noche. La princesa Jessenia había regresado al castillo después de haber caminado un largo tramo por el reino, buscando con la mirada al dueño de esos ojos inexpresivos, esperando encontrarlo en cada esquina que cruzaba. Lamentablemente, debido a su falta de actividad física, la joven de dieciocho años y cabellos plateados no tardo en cansarse, regreso al castillo al caer la noche, se tomó un largo y delicioso baño en la enorme tina de oro puro, ceno en su habitación y las doncellas, Jane y Emily, la ayudaron a ponerse la piyama, le prepararon la cama y luego se retiraron, dejando a la princesa sola en el palco de su habitación mirando el firmamento estrellado.

“¿Y si realmente fue mi imaginación? ¿Y si mi destino es quedarme maldita por el resto de mi vida? ¡Ojalá no hubiese pedido ese tonto deseo hace diez años! No es diferente de antes, nadie ha podido darme lo que realmente estoy buscando”. Con estos pensamientos en mente, Jessenia miraba la bellísima y enorme luna llena que esa noche era de un exótico color zafiro. Le hecha una rápida mirada al pueblo que se apreciaba más abajo y más allá hasta donde alcanzaba la vista, lugares inexplorados y desconocidos para la princesa, quien nunca ha salido del reino de Fior.

Triste y resignada a aceptar su cruel destino, Jessenia se va a la cama, deseando poder dormir y escapar a un mundo de sueños que prometía ser mejor que la realidad, después de todo, los sueños creados por la gente siempre son mejores que la realidad, donde uno no tiene ningún control de los eventos a ocurrir, mientras que, dentro de su mente, todo salía como ella lo deseaba.

Se tumba en su enorme y cómoda cama, y luego de unos minutos recordando el extraño par de ojos indiferentes, la joven se entrega al sueño.

â—† â—† â—†

No obstante, mientras la princesa dormía plácidamente en su cama, un par de ojos indiscretos se le clavan desde un lugar lejano y cercano a la vez.

En una habitaciĂłn oscura y usando una enorme bola de cristal para ver como la chica dormĂ­a, un grupo de ojos la observan detenidamente.

—¿Y bien? —preguntó una voz áspera—. ¿Cómo ha salido todo?

—Lo hemos confirmado —respondió una segunda voz, igual de extraña que la primera, sólo que mucho más gruesa y ronca—. Un Extranjero entro al reino, pero ninguno de los guardias vio nada.

—Debe tratarse de un Cazador, ¿qué otra cosa puede ser?

—¿Un Cazador, estás seguro?

—No —respondió la voz áspera que se asemejaba a la de una mujer—. Los Cazadores trabajan por pedidos y nadie de este reino ha solicitado la ayuda de un Gremio, por lo que debe ser otra cosa.

—¿Otra cosa? —inquirió la voz profunda y ronca.

—¿Qué otra cosa puede ser? —preguntó una segunda voz ronca.

—No lo sé, pero sea lo que sea, si logro irrumpir en este reino sin ser detectado por mi magia, debe ser alguien peligroso y hábil.

—¿Que haremos entonces?

—Adelantar los planes, esta noche. Apresúrense, la luna está a punto de alcanzar su punto máximo. Reúnan a los guardias, es probable que los necesiten.

Los ojos de este ser volvieron a fijarse en la enorme bola de cristal mientras los otros dos ayudantes obedecían órdenes. A través del cristal, Jessenia dormía plácidamente sin saber lo que estaba a punto de ocurrir y sin ser consiente que los acontecimientos de esa noche marcarían su vida para siempre.

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Fuera del castillo y de pie sobre la rama más alta de un árbol que yacía próximo al muro, un individuo alto, con una larga capa de viaje rota y llena de cortes y agujeros, miraba el alcázar con ojos profundos e inexpresivos. Esa noche el viento era frío y calmado. La luna llena seguía elevándose alta en el cielo estrellado, faltaba poco para que alcanzara su punto máximo.


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5 de septiembre de 2020 Johan Fausto Novela NĂşmero 11 Aventura FantasĂ­a AcciĂłn

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