Gerardo regresó a casa con la esperanza de que los problemas con María se arreglarían. Su nuevo empleo traería la felicidad que se esfumó la noche en que fue despedido de la empresa a la que le entregó veinte años de su vida. No sería así, María se había cansado de aguantar hambre, los insultos del dueño de la casa y los cortes de los servicios públicos, y se marchó al Sur.
Los llamados al Sur que realizó Gerardo a María no hicieron que regresara. Ella manifestó que su amor se esfumó con los vientos de la pobreza y el abandono al que fue sometida. Entre lágrimas, él comprendió que el camino seguiría sin ella.