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Antes de que baje el telón
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Antes de que baje el telón

La obra no estaba ni siquiera a la mitad de las escenas escritas en el guion, y sin embargo, una de las personas que estaban sentadas en la primera fila se paró de repente y como si fuera urgente salir del recinto, salió rápidamente y cerró estrepitosamente la puerta del lugar. El sonido hizo eco y todo el público volteó hacia la puerta que acababa de cerrarse. Después de eso las personas dentro del lugar volvieron a poner su mirada en mí.

Arriba del escenario estaba yo interpretando el mejor de mis papeles, mostrando las mejores y las peores caras que me caracterizaban. Me había esforzado la mayor parte de mi vida para llegar hasta el lugar donde estaba ahora y una persona, así, sin más, salió del lugar donde estaba presentándome, haciendo un ruido estrepitoso que quitó la atención de mí. Terminé la escena, las personas en el lugar aplaudieron más fuerte que aquel ruido que había hecho la puerta, pero, aunque esto haya sido así, el ruido de la puerta no salía de mi interior. El ruido había dejado un cosquilleo que no había desaparecido con la adrenalina del reconocimiento de los espectadores. Hice reverencia en el escenario, cerré los ojos y, al abrirlos, tenía que interpretar el mismo papel ante el mismo público y ese asiento que había quedado vacío después de que aquella persona había salido tan estrepitosamente. Volví justo a la escena que había terminado, volví a hacer reverencia, cerré de nuevo los ojos y todo volvió a repetirse, una y otra vez.

Cada vez que interpretaba mi papel en el escenario volvía a escucharse el ruido que habían hecho las puertas al cerrarse estrepitosamente, los espectadores volvían a poner su atención en ello a pesar de que la persona que había salido ya no estaba ahí y la puerta no se había vuelto a abrir. Volteaban y me hacían sentir el eco estrepitoso y un cosquilleo cada vez más intenso. Hacía una reverencia, cerraba los ojos y todo comenzaba de nuevo. La actuación se repetía una y otra vez con la única diferencia de en cada repetición estaba ese asiento vacío y comencé a preguntarme por qué era esto así. Regrese a mi actuación una vez más y después unas mil veces más, pero el que una persona se haya salido del recinto sólo sucedió una vez y en todas las demás veces solamente parecía un recuerdo lejano.

Volví a cerrar los ojos, los abrí y volvió a comenzar la función, sabía el diálogo que tenía que decir para que después sucediera aquello. Dije el diálogo como siempre, lo interpreté como siempre lo había interpretado, igual que la primera vez que se salió esa persona y me desconcertó, pero esta vez, por primera vez dentro de esas más de mil veces, al terminar de decir el diálogo bajé del escenario corriendo y salí del lugar, atravesé el vestíbulo y salí por la puerta principal.

Fuera del lugar había una avenida vacía, volteé al lado izquierdo, al lado derecho y en esa calle no había nadie más que yo. Si ponía la vista enfrente, lo único que había del otro lado era la otra acera y un par de edificios más. Me desconcerté.

¿Por qué no me había encontrado a la persona que acababa de salir? Si me lo pensaba detenidamente, realmente la persona sentada en la primera fila había huido del recinto una vez, sólo la primera vez, y no tendría por qué haber nadie aquí afuera en esta ocasión. Un cosquilleo recorrió nuevamente todo mi cuerpo, el eco de aquella puerta cerrándose llegó a mis oídos mientras aún seguía parada fuera del lugar en el que me había presentado muchas veces.

Aún con las manos tapándome los oídos, volteé hacia el recinto donde me había estado presentando, quedé parada en dirección a la entrada principal. Me acerqué, intenté mirar detenidamente a través de la puerta. No había nadie en el vestíbulo, todas las personas estaban dentro, esperando que yo continuara con la escena que había dejado a medias por salirme a encontrar con alguien que había ocasionado dentro de mi alguna clase de bullicio.

Volví la vista hacia la avenida, continuaba sin haber absolutamente nadie. Volví a voltear hacia la puerta principal, la abrí y me dirigí a la entrada del lugar. Me dirigí hacia esas puertas que habían sido cerradas tan estrepitosamente por aquella persona y por mí. Me paré ante ellas y las observé, no tenían nada de especial. Puse mi mano en la manilla de la puerta, la jalé y la puerta se abrió. Levanté la vista, en el escenario había una persona que no era yo. La puerta se cerró detrás de mí.

El espectáculo había continuado sin mí, las personas voltearon al darse cuenta de que las puertas habían sido abiertas, me miraron. Durante la función el lugar debía estar oscuro sin que hubiera alguna luz, pero segundos después de que entré una luz se encendió señalando un asiento específico en primera fila. Caminé hacia ahí. Sin darme cuenta, quedé justo en el asiento de la primera fila donde había estado aquella persona que había salido sin terminar de ver la escena que yo estaba interpretando.

Tomé asiento, las personas pusieron su atención a quien que estaba ahora en el escenario mostrando su mejor personaje y yo, al igual que ellas, me dispuse a poner atención a sus actos. Al levantar la vista, la luz del escenario dio directamente a mis ojos. Intenté mirar y clavar la vista en el lugar exacto donde estaba la persona que estaba ahora parada en el escenario donde yo debía de estar, intenté encontrar su silueta a pesar de que la luz me estaba encegueciendo, pensé en cerrar los ojos para contrarrestar ese efecto pero sabía que si lo cerraba corría el riesgo de volver a estar afuera del escenario mirando a través del vestíbulo y volviendo a decidir si entrar o no, o bien, podría volver al inicio de todo, yo encima del escenario volviendo a escuchar aquel ruido estrepitoso, la mirada del público hacia las puertas, los aplausos y todo eso otra vez. Después de unos minutos todo se puso oscuro, yo no había cerrado los ojos, sin embargo, ya no podía ver nada ni escuchar de nada.

–Hola, ¿qué está pasando? –grité.

Esperé por un momento a que alguien me respondiera, pero no se escuchó ni una sola voz que me dijera que estaba sucediendo. Quise levantarme del asiento en el que estaba, pero a pesar de que conocía el lugar sabía que cometería un error, terminaría cayendo y perdiendo aún más el camino hacia la salida.

Me quedé en mi asiento esperando que sucediera algo, pero no se escuchaba nada. La oscuridad lo habían envuelto todo, me había envuelto tanto que ya no sabía si tenía los ojos abiertos o cerrados; lo sentía, sí, pero a pesar de eso no lo podía confirmar, todo estaba volviéndose muy confuso.

Escuché el ruido estrepitoso de las puertas del lugar, volteé hacia el origen del ruido por instinto porque realmente no veía nada, me levanté de mi asiento y justo en ese momento la luz volvió. Me paré derecha mirando hacia el frente, p0uede ver de nuevo a los espectadores y, cuando intenté fijar la vista en la primera fila, una lágrima comenzó a recorrer mis mejillas, la gente comenzó a abuchearme y lanzarme cosas que no sé de dónde salían. Una persona tocó mi mejilla, cálidamente me besó los labios, me abrazó sin antes darme la oportunidad de mirar su rostro, me susurró algo al oído y el telón bajó, por primera vez.

26 de septiembre de 2021 Arely Briones Cuento Número 12 Filosófico Introspectivo

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