(A 10 de junio de 2016)
A los milicos caídos…
Me senté delante de tres chavos gays. El rector Rogelio Garza Rivera soltaba su emocionado mensaje, se lució. Luego Sanjuana Martínez nos deleitaría con una entrañable crónica de vida y milagros de la invitada, incluido el Cervantes 2013. Uno de los gays no paraba de reivindicar banalidades y perrerías insulsas con sus amigos. Yo soy medio sordo por una deficiencia auditiva incurable.
—Shhht.
Todo el evento lo vi perfecto, mas no todo lo oí por el estruendo de los jóvenes electrizados. Sentí el sincero arrastre de Elenísima, venida de lejos a través de las gestiones de la tenaz Sanjuanita y José Celso Garza, Secretario de Cultura de la Uni. Han armado una Cátedra de periodismo y literatura en su honor. Yo detrás del murmullo de los chicos de la diversidad sexual que no paraban de tracalear.
—Diversidad sexual la de mis chanclas. Shhht. —Una tanqueta les pasa encima a los estudiantes.
Más respetillo para la Poniatowska, carajo. El protocolo universitario era digno de una dama de gran linaje. Un lujo la presencia de la Reina Roja. Muchos somos los que la adoramos, más los jóvenes que aprenden de ella el vicio, la obsesión, la malicia de cuestionar, criticar, dudar. Poner al poder de cabeza, encuerarlo. Buena noticia: los adolescentes la leen, andan muy interesados en las luces y sombras de una escritora de gran calado. Aún hay esperanza para este país.
El rector sacó de su chistera una noticia gorda y voladora: va por Elena el doctorado Honoris Causa el próximo mes de septiembre. Tronido de aplausos. Dicha general. Bravo, señor rector. Vimos en la escritora apenas el esbozo de una sonrisa de modesta gratitud. Elena nos miraba con ojos de pajarita asustada, soportaba la gritadera con sonrisa estoica, pautaba la noche con orejas felinas.
Qué se le va a hacer, pensaría Elenita, los regiomontanos ya perdieron el sentido de la circunspección, extraviaron el decoro y la austeridad que los caracterizaba desde don Alfonso Reyes. ¿Cuándo se volvieron tan licenciosos en materia de idolatrías literarias? La causa debe ubicarse en la irrupción de las redes sociales. Elena es fan del Face. Ni modo.
Qué impulso genuino por celebrar lo bueno, apoyar lo hermoso. Los teléfonos, las tablets, los reporteros registraban el estrépito para la historia, atesoraban por todo lo alto las emociones por vía digital. Que se conozca la verdad de la Noche de Tlatelolco. Que se reconozca que la justicia cantará al final de nuestras fatigas. Que se premie a los apóstoles de las causas perdidas, como el llorado Monsi. Vía libre al desmadre de las generaciones más nuevas e ilustradas. ¿Habrá odiado Elenita el ambiente rastacuero del encuentro universitario? Para nada. Elenita empezó a hablar. Trinaba, nos arrullaba con su cristal de fuego. Nos contagiaba su brillo aristocrático.
—Shhht. —Ya me veo entregando los jóvenes a los militares.
Mis vecinos gays seguían ignorando, empecinados, lo mágico del momento. Guaraguara. Di un taconazo. Cual si fuera Sanjuanita(1), le declaré la guerra zapatillista al grupo de charlatanes. Pinches intrusos, pérfidos, insolentes. Elenita, abuela bonachona, ni cuenta se dio de mis batallas a nivel de cancha. Muy natural acomodó su pelo cortito, lo rascó, lo acarició. Aladas voces modulaban la esperanza, el compromiso, la humildad en las paredes del Colegio Civil, cuna de la UANL.
—¡Shhht! —Los violo y los vuelvo machos.
Elenita lejana, arriba, hermosa, chiquilla grandota, hablaba erudita de periodismo hecho por mujeres. Llenaba la iconografía con nombres, anécdotas, deudas impagables. De las columnas de sociales a destapar las fosas clandestinas es un paso formidable para la pluma femenina en un país machista. Se agazapó el bullicio ante la docta lección de la señora en pie de lucha contra la impunidad.
Guardé para otros frentes el encono que me ahogaba por lo impertinente y chafa de mis vecinitos gays, vergüenza de comadritas. El más parlanchín, cínico, fue el primero en palmear el discurso de Elenita cuando hubo concluido, agitó sus brazos de medusa y se largó a exigir que le autografiara un libraco ajado. Gentuza.
Salí satisfecho por lo ocurrido en una Universidad tan ranchera y saqueada. Pero más por mí, que resistí sin abofetear a la loquita imbécil que me saboteó la noche. Dije hasta no verte Jesús mío. Yo por eso no te pongo casa, Elena; yo te pongo atención. Siempre quiero oírte claro y alto, con la neurona ávida y el corazón abierto. Qué sabroso platicas las aventuras periodísticas en los ochenta mil mundos que has visitado con tus armas y tus letras.
¡Shhht!
- Ver La tapada del Subcomantante por Sanjuana Martínez. http://www.sinembargo.mx/24-10-2016/3107230
- Autor real: Joaquín Hurtado. Texto original: http://www.lostubos.com/yo-no-te-pongo-casa-elenita/