Una editorial no profesionalizante es una iniciativa de una o más personas que se reúnen para -en sus ratos libres y no libres, dentro de los espacios que ya comparten por motivos de trabajo, familiares o de otro tipo- pensar un catálogo que sea, antes que todo, una alternativa a la profesionalización editorial.
Si bien algunas de estas iniciativas incluyen en sus catálogos publicaciones escritas por encargo o concebidas en primera instancia como escalón en la carrera profesional del autor, una editorial no profesionalizante se caracteriza por incluir, principalmente, obras de autores con aspiraciones ajenas a la profesionalización en el ámbito literario. Eso la diferencia de una editorial independiente, en la que el creador del sello editorial publica casi exclusivamente libros con el objetivo de elevar el prestigio literario suyo, de sus escritores o de su marca. En este sentido, una editorial no profesionalizante cumple un rol social, al ofrecer a los autores que se acercan a ella una forma de reapropiarse de sus espacios de trabajo, del tiempo y de la fuerza de trabajo que ya han alquilado a su empleador y redirigirlos a una actividad contraproductiva difícilmente reconciliable con el capital.
Una editorial no profesionalizante obtiene, en la mayoría de los casos, sus fondos de los aportes de las personas que la crean. Pueden recibir apoyo de instituciones que emplean a los escritores o editores, siempre y cuando estas instituciones no hagan parte de la sociedad de conformación de la editorial, ni conozcan o aprueben la actividad que sus empleados realizan durante el tiempo que se supone deberían de estar trabajando para ellos. Así como el tiempo dedicado al trabajo editorial se extrae de las horas laborales de los editores y escritores, una casa no profesionalizante mantiene la contraproductividad de su catálogo: no responde a una perspectiva creativa o productiva, de difusión o mesianismo cultural, sino a la necesidad de poner en circulación géneros, temas, estilos y formatos que son menospreciados por otros proyectos editoriales porque supuestamente no se lo toman en serio. Una editorial no profesionalizante no ubica los resultados culturales por encima de los valores proletarios de poder vivir del trabajo propio y gozar de sus frutos inmediatos, pero tampoco es ciega en este aspecto: de todos modos se trata de proyectos que enarbolan una propuesta cultural de relevancia pública, así que los lectores no son mal recibidos.
Atte. Farol