A la extraña que estremeció la clínica
Recorrimos las calles intentando comprender en qué finalizaría nuestra historia que traía flores y vinos en nuestras madrugadas. Las sábanas de la cama reflejaban que la noche anterior nuestros cuerpos danzaron entre gemidos y sudores que los hicieron uno, ante lluvias que jugaron con el tiempo del melancólico abril.
Pasaron seis meses y los mareos, los sueños inoportunos y las náuseas anuncian que mi vida cambia. El dolor de mis pezones que amenazan con reventar mi blusa celebra que, en la fotografía que trae el ginecólogo de turno, florece un fragmento de nuestra sangre que nos acompañaría entre ires y venires. Unas lágrimas invaden mi rostro y me estremezco al descubrir que estoy sola.