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Expuesto
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Expuesto

Sentada en una banca dentro del museo más importante de la ciudad, estaba, ante mí, una pieza compuesta por un corazón humano suspendido en el aire.

En la sala no había nadie más que el corazón y yo. Las luces ahí apuntaban a el corazón en una dirección en la que su sombra no era proyectada sobre el suelo, las paredes de la sala estaban pintadas de algún tipo de blanco, el suelo era de madera blanca que si pisabas por alguna esquina alguno de los tablones terminaba emitiendo un rechinido.

Las personas entraban a la sala, veían lo que ahí se exponía, hacían un gesto de sorpresa y sin decir nada se daban la vuelta para continuar su camino. El tiempo siguió su curso, las personas comenzaban a acercarse, entraban poco a poco a la sala intentando no hacer algún tipo de ruido como si este, al producirse, fuese a despertar del sueño a aquel corazón suspendido. Se acercaban cada vez más y, al darse cuenta de que su presencia ahí no producía nada en aquel corazón, comenzaban a hacer ruidos: unos se decían algo en el oído para luego reírse a carcajadas, otros decían un sinfín de vulgaridades terminándolas con una sonrisa, algunos sacaban sus teléfonos celulares, se tomaban fotos y se iban. De la obra no había alguna descripción que leer y el nombre del autor se mantenía anónimo.

Salí de ahí dejando al corazón completamente solo, no había alguien quien protegiese de algún visitante que quisiera dañarle.

Días después, se presentó en el mismo museo una pieza similar, este era un corazón humano de cristal suspendido de la misma manera que el otro corazón. Alrededor de él había muchas personas, estas le tomaban fotos, acercándose lo más que les era permitido, simulaban tomarlo entre sus manos, volteaban hacia quien les estaba tomando la foto y sonreían, otros levantaban la cabeza dirigiendo su vista al corazón simulando pensar y unos cuantos más ponían poses que no terminé por entender.

Tendrían que pasar algunas horas para que la sala al fin se encontrara vacía. La hora del cierre se aproximaba y yo seguía ahí esperando en una esquina a que la última persona saliese.

—Disculpe, el museo está por cerrar sus puertas, le pido de la manera más atenta que abandone las instalaciones —se escuchó.

Era un guardia del museo vestido con una camisa blanca, con un traje, corbata y zapatos negros.

—Si, gracias por avisarme —contesté mirándolo y esbozando una sonrisa.

Él salió de la sala para continuar con su trabajo.

Observé por última vez al corazón de cristal. Él estaba ahí suspendido en el aire, alejado de la iluminación directa. Me acerqué, vi detenidamente los detalles que habían hecho en el. Era bellísimo. Observé cada rincón de la sala para encontrar el nombre con el que le había sido expuesto, pero al igual que con el corazón humano anterior, no había descripción alguna.

Las luces de la sala se apagaron de repente, una luz destellante comenzó a emanar de aquella pieza, cuando esta me terminó por enceguecer, se apagó. Se escuchó un ruido estrepitoso, la luz de la sala se volvió a encender, dejando ver al corazón de cristal partido en mil pedazos esparcidos por el suelo. Me sorprendí.

Abandoné la sala, avancé por las salas contiguas lo más rápido que las piernas me dejaban. Temblaba. Pensaba que no lograría salir del museo sin que fuese acusada de aquel incidente. Crucé sala tras sala hasta que llegué a la puerta principal del museo logrando salir de ahí.

Durante un tiempo, viví con una especie de miedo de ser buscada y acusada de haber dañado la pieza, pero esto nunca sucedió. La persona que había realizado la obra proclamó aquel desastre como su nueva obra, le dio el nombre más estúpido que había leído hasta el momento, llamativo, y le colocó una descripción que terminó por tocar la fibra más sensible de muchas personas.

A esa exposición acudieron más personas que a la exposición anterior, la inauguración fue televisada, había personas que realizaban transmisiones en vivo estando en la sala, leían la descripción de lo que ahí se exponía y daban su opinión. Me limité a oír y ver aquellas noticias sin poner un pie en el museo. La obra había perdido todo lo que era, aquellos pedazos de cristal esparcidos por el suelo habían adquirido un valor por aquella descripción y la historia que se creó el artista.

Días después se anunció en las noticias la muerte de una persona en extrañas circunstancias, transmitieron la habitación de la persona fallecida y, como es costumbre, narraron cómo pudo haber sucedido el hecho:

«Le faltaba el corazón. En el lugar había pedazos de cristal roto. Este pudo haber sido otro caso violento…» narró la mujer que daba las noticias.

29 de septiembre de 2023 Arely Briones Cuento Introspectivo Thriller Filosófico Misterio Número 16

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