—Fueron muy amables en aceptar darme bolsas extras de salsas y cebolla con cilantro. A ella le encantará su orden de tacos de bistec y lo mejor es que estaban al dos por uno. Supongo que los pocos locales que todavÃa siguen abiertos deben tratar bien a sus clientes. Será toda una cena romántica. Espero se anime a cenar cerca de la ventana sólo para darle variedad a nuestras noches de viernes.
Un oficinista sale de trabajar temprano y pasa a una taquerÃa que, como todos los negocios durante la contingencia, sólo ofrecen servicio para llevar. Camina por las calles de Monterrey rumbo al departamento en un tercer piso donde vive con su novia. Está a escasas calles de llegar a su destino, caminando con tanto júbilo y casi silbando (cosa que no hace realmente porque el cubrebocas silencia los silbidos). Va tan feliz que las deudas de las compras por Internet que lo agobian han desaparecido de su mente.
—Ya la imagino preparándose su primer taco mientras yo ya me estarÃa echando dos, y ella apenas estarÃa comiéndose la mitad de otro cuando yo ya llevarÃa cuatro. Es lenta para comer, ¡parece tortuga! En la prepa siempre entrábamos tarde a clases por su culpa y nunca ha cambiado.
Un par de perros salen de bajo de un auto para tratar de alcanzar la bolsa de comida, pero el oficinista los esquiva con pericia. La ausencia de los mercaditos que siempre se ponÃan por la zona dejaron un espacio negativo que fue rehabitado por una nueva fauna local.
—La verdad, se me antoja una cheve, pero ahorita mejor me echo los tacos con una soda bien helada y lo otro lo dejo para el sábado.
Por fin cruza la puerta del pequeño departamento cuya renta mensual es de $3,000 (apenas si puede pagarlo), y ahà está ella, esperándolo en la sala, viendo la repetición de la conferencia diaria de López Gatell, subsecretario de salud. Ella está en pijama, despeinada y recién bañada. Él levanta la bolsa con una sonrisa estúpida y ella aplaude, mientras se acerca a la mesa caminando descalza.
—¿Qué trajiste?
—Tacos de bistec.
—Ay, amor, ¿en serio? ¿Se te olvidó o qué? Desde el lunes te he estado diciendo que tengo antojo fuerte de una hamburguesa. Tan sólo oler los tacos me da asco. Mejor cenaré una manzana y ya mañana cumplo mi antojo. Igual muchas gracias, corazón. Puedes comerte las dos órdenes sin remordimiento.
En ese momento no lo sabÃan, pero ese caluroso junio de 2020, la feliz pareja empezarÃa a comprender las dificultades de un embarazo durante la peor crisis sanitaria del siglo. Y, por cierto, el oficinista era estéril.