blurred-La virgen del cuadro
La virgen del cuadro
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La virgen del cuadro

Me asustó un nuevo relámpago. La tormenta estaba cada vez más cerca, pues la casa retumbaba con cada estruendo. No podía dejar de llorar mientras rezaba y rogaba para que esta maldita enfermedad no acabara con la vida del único otro miembro de la familia que había superado, hasta ahora, la gripe española.

—Virgencita del Rosario, por favor, escúchame esta vez y no me dejes sin la compañía y el amor de la única hermana que me queda —le pedía a la imagen del cuadro que colgaba del cabecero de la cama de mi hermana.

En ese momento, mi hermana abrió la boca intentando decir algo. Sus labios agrietados de no comer y no beber en varios días casi no tenían fuerza para moverse.

—Voy a traerte algo de beber, tienes que hacer el esfuerzo de al menos beber algo —le suplicaba mientras le secaba el sudor de las altas fiebres con un paño húmedo—. Ahora vengo, no te vayas, Pepa, no me dejes sola en este mundo —sollozaba de camino a la cocina.

Otro estruendo me pilló de sorpresa y del susto casi tiro el cuenco de sopa que estaba apartando para ella. En el silencio de la casa cada trueno retumbaba aún más fuerte. Parecía que el cielo estaba presagiando lo que iba a ocurrir, dejándome en mí una sensación de soledad y desamparo.

Mientras cogía una cuchara, me pareció escuchar un susurro que provenía de la habitación de mi hermana. Era como una pequeña melodía, como si alguien estuviera recitando algo, pero Pepa estaba demasiado débil incluso para pronunciar mi nombre. Seguro que era producto de mi mente, de la necesidad de sentirme acompañada en este trance tan amargo.

Salí de la cocina y me asomé al pasillo mientras seguía escuchando aquel murmullo. Me quedé quieta sin moverme intentando reconocer la voz de mi hermana. Un relámpago iluminó el pasillo y me pareció ver cómo una sombra lo cruzaba.

— Dolores, ¿es que acaso te estás volviendo loca? Es tu hermana la que esta postrada en una cama muriéndose y necesita de ti, déjate de imaginaciones en este momento y ve a socorrerla —me decía a mí misma dándome ánimo.

Desde pequeña siempre me ha dado miedo el pasillo de mi casa, un pasillo largo y estrecho en forma de U. Siempre pensaba que cuando volviera una de las esquinas, un monstruo o un fantasma estaría acechándome al girar. Aún de adulta había noches que me despertaba debido a alguna pesadilla donde tenía que recorrer ese aterrador pasillo sola y a oscuras. Pero no era el momento para dejarme vencer por miedos de la infancia, seguro que aquel susurro era debido al estrés del momento.

—¡Dolores, Dolores! —escuché la débil voz de mi hermana desde la habitación.

En el tono de su voz noté pánico, mientras seguía escuchando el rumor que provenía de su habitación.

—¡Voy, Pepa, voy! —le grité para que se calmará, pero en cada paso que daba hacia aquella dirección mi corazón palpitaba más fuerte.

Empecé a sentir como una gota de sudor caía por mi frente, tenía la sensación de que la pesadilla de mis sueños se estaba haciendo realidad. Algo me paralizaba y apenas si podía avanzar por el corredor.

—Padre nuestro que estás en los… —. Me pareció distinguir esas palabras en quien emitía el bisbiseo.

Tragué saliva, cerré los ojos y me dije a mí misma que aquello era producto de mi imaginación.

—Ave María Purísima, el Señor es contigo… —pronunciaba la voz. —¡Dolores, Dolores! Otra espeluznante llamada de mi hermana me sacó de mi ensimismamiento. Respiré hondo y giré la esquina del pasillo justo para encontrarme en la puerta de su habitación. Y allí, de píe, me quedé petrificada. Una mujer vestida con una túnica y velo negro rezaba a los pies de la cama de mi hermana y, entre sus manos, colgaba un rosario. Busqué dentro del cuadro para comprobar que la imagen de la virgen había desaparecido y se postraba sobre Pepa, que me miró aterrorizada mientras daba su último suspiro.


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29 de octubre de 2023 Lolasam Cuento Familia Horror Histórico Número 17

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