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Vacaciones familiares
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Vacaciones familiares

Una habitación sin luz. Sudor frío, corazón acelerado, sensibilidad en la piel y parálisis en extremidades. Abro los ojos y veo sombras bailando a mi alrededor, pequeños seres burlándose de mi desde la oscuridad, todos rodeándome sobre la cama.

Observo a mi alrededor, me encuentro en mi habitación. Cuando bajo la vista, vuelvo a ver a los pequeños seres, parecen gnomos de jardín, regordetes, vestidos con tela desgastada y sombreritos de punta. Cierro de nuevo los ojos, esperando que mi cuerpo reaccione, y ahí es cuando lo escucho: un susurro, suena como tela arrastrando en el piso. Mi corazón se acelera de nuevo, lo escucho palpitar en mis oídos.

Abro lentamente los ojos, sólo una pequeña franja, lo menos abierto que se pueda para que lo que sea que se acerca piense que sigo durmiendo. Una figura oscura me acecha desde un costado, sólo puedo ver un cuerpo largo, no puedo asegurar de que tamaño es, sólo veo una pequeña porción. Extremidades extrañas brotan de la masa oscura, parecen brazos largos con dedos como ramas, largos y esbeltos. Está acercándose, se detiene a mi lado, mi cuerpo sigue sin reaccionar.

Mi visión se acopla cada vez más a la oscuridad, puedo ver sin nitidez un rostro alargado, parece ser ovalado, pero, por más que intento, no puedo ver su rostro, sólo veo una mancha oscura. Los dedos largos bajan lentamente hacia mí, siento caliente el muslo, justo donde esa mano larga está tocando. Veo cómo la sombra comienza a inclinarse, lágrimas de impotencia comienzan a formarse en las esquinas de mis ojos semi cerrados.

Los murmullos de risas y el susurro de las sombras aumentan de volumen y mi respiración se acelera, siento el corazón a punto de estallar. Esa cosa aprieta mi carne. La cabeza me da vueltas. Quiero que pare, que me deje en paz, quiero que... La luz se enciende.

La habitación se ilumina y las sombras desaparecen de inmediato, pestañeo de forma rápida tratando de acoplarme a la nueva claridad.

—Levántate, Luz, ya estamos listos para cargar la camioneta —me dice mi hermana menor con la mano aún en el interruptor de la bombilla.

Giro el cuerpo sin impedimentos hacia la puerta y la veo sin sus gafas y con el cabello alborotado, recién levantada, con el celular en la otra mano. Mi corazón desacelera y me doy cuenta de que estaba soñando, no hay nada que temer, las horribles sombras y los pequeños duendes sólo eran parte de mi imaginación.

Ruth es mi hermana pequeña, casi diez años más joven, es muy apegada a mí. Mariana es la mayor, dos años más grande. En el piso de abajo, Mariana ya están cargando la camioneta, hoy nos iremos por un fin de semana a unas cabañas que rentamos en las faldas de la montaña. Me dirijo al baño, abro la regadera y una vez que entro en el chorro de agua caliente siento una pequeña punzada en el muslo, volteo hacia abajo y veo las marcas: cuatro líneas semi paralelas adornan mi piel, parecen rasguños, se ven rojas contra mi piel clara. A mi mente más despierta llegan los recuerdos de mi sueño, un sueño tan vívido que parecía real. Sacudo la cabeza diciéndome a mí misma que es una tontería, no pudo ser real, sólo fue un sueño.

Pasa no más de una hora y todas estamos listas para salir, mochilas y hielera ya en la camioneta. La carretera está vacía, sólo uno o dos autos pasan mientras nos dirigimos a nuestro destino. Duermo la mayor parte del tiempo, escuchando a medias el radio, sentada en la parte de atrás, Mariana manejando y Ruth de copiloto.

Por fin, después de cuatro horas llegamos a la entrada de las cabañas, nos bajamos de la camioneta y caminamos a la caseta para registrarnos. Cargando cada una su mochila, pasamos el arco de piedra que indica la entrada. El guardabosques nos dirige por un pequeño camino empedrado, explicándonos un poco del lugar:

—A su lado izquierdo, un pequeño arrollo que desemboca tres kilómetros más adentro en un pequeño lago. Las cabañas son muy rusticas, están hechas con troncos de madera de árboles de este mismo bosque. La de ustedes es la cabaña tres, queda más o menos a un kilómetro del lago.

—¿No hay animales salvajes por aquí? —pregunta Ruth.

—Lo más peligroso por aquí son las ardillas, si no tienen cuidado se meten a la cabaña y les roban los víveres. Además de eso, no hay peligro, puede que vean algunas aves raras y tal vez uno que otro murciélago. Hay unas cuevas un par de kilómetros al norte, no les recomiendo acercarse al área solas, está un poco descuidado el camino por culpa de las lluvias, podrían perderse.

Nos entrega las llaves y se retiró de nuevo a la caseta. El itinerario del día es ponemos cómodas en la cabaña, pasear por el bosque, nadar un rato en el lago y conocer a nuestros vecinos de la cabaña dos: una pareja de recién casados que, nos platican, rentaron estas cabañas por la leyenda urbana «La sombra».

—Dicen que, por las noches, una sombra viene a robarle la vida a los habitantes de la zona. Hace apenas seis años que esta reserva es pública, antes vivían aquí varias familias, pero desaparecieron misteriosamente. Desde entonces, el gobierno se hizo cargo de las tierras, nombraron la zona reserva natural y construyeron estas cabañas.

—¿Hay alguna maldición o algo por el estilo de lo que debamos preocuparnos? —pregunta Mariana.

—No, dicen que la sombra solo atacaba a los residentes.

Después de asustarnos un poco, vamos a descansar. El clima en esta zona es fresco. El sonido de los árboles moviéndose con el viento me relaja tanto que me quedo dormida.

—Luz, luz, despierta, Luz, rápido levántate.

—¿Qué? ¿Qué está pasando?

—No está.

—¿Quién no está?

—Se la llevaron, Ruth no está. Me desperté hace rato para ir al baño y escuché ruidos raros, me asomé y vi unas cosas raras, eran como duendes que estaban brincando en la sala. Tiraron la harina al piso, hay unas líneas que van a la puerta, como si estuvieran arrastrando algo. Cuando salieron, corrí a buscarte y estabas dormida, pero al fijarme en el cuarto de Ruth, ella no estaba. Ya la busqué y no la encuentro, creo que se la llevaron.

Las dos salimos de la habitación y corrimos a la de Ruth, sus lentes están en la cajonera junto a la cama y las cobijas están tiradas a un lado, incluso las almohadas están en el suelo. Agarramos unas lámparas y una bengala de la caja de emergencias y salimos de la cabaña. Hay unas líneas de harina en el piso, se dirigen al bosque. Donde terminan, inicia un camino de ramas rotas y barro removido.

Caminamos siguiendo el camino formado, llegamos a las cuevas cercanas y entramos en la más grande. La luz de las linternas titila, una se apaga y la otra aún ilumina tenuemente. Escuchamos risitas y apagamos la linterna que nos queda, al fondo podemos ver muchos duendes rodeando un círculo hecho de piedras. Ruth está en el centro aún dormida, cubierta de harina y barro. Antorchas empotradas iluminan el centro de la cueva, alrededor se ven túneles amplios, todos conectados al círculo. De uno de los círculos se ve salir una sombra. Empezamos a temblar, porque la temperatura baja de repente.

—Anoche soñé con esa sombra.

La cabeza de Mariana gira a toda velocidad hacia mí, su rostro está en blanco, completamente pálido.

—Ruth también —me susurra.

—¿De qué hablas?

—Ruth despertó a las tres o cuatro de la mañana asustada, me dijo que una sombra había ido a su habitación, vio que la sombra le sujetaba el brazo y lo levantaba. Se despertó y fue corriendo a buscarme. Le dije que no tuviera miedo, que fue un sueño, pero al verle el brazo ni yo creí lo que dije, porque en la parte de atrás tenía cuatro rasguños rojos, como si alguien la hubiera sujetado de ahí. No quise asustarla y dejé que se quedara en mi cama el resto de la noche, cuando sonó el despertador la mandé a buscarte.

Siento un extraño presentimiento, empiezo a hiperventilar, Mariana toma mi mano intentando calmarme. Volteamos a ver el circulo: Ruth y la sombra ya no están. Mariana me suelta de repente, giro a ver lo que pasa y ella ya no está a mi lado. Asustada, mi corazón se acelera, caigo de rodillas en el barro, no puedo moverme, se me congelan las extremidades. Vuelvo a escuchar el susurro de mis sueños. Giro la cabeza hacia atrás y lo último que veo fue una sombra, dos enormes ojos rojos y dientes afilados.


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