Crecer es duro, y la realidad es peor.
En alguna ocasión he hablado con mi pareja sobre cosas triviales en relación con nuestras familias y he descubierto que ciertas cosas, que para mí son tan «fáciles» o «normales», para él son completamente fuera de lo normal.
Que un niño de 15 años se haga cargo de su hermana, para mí es «normal», que una niña de 15 años tenga que ir al banco a pagar una colegiatura de prepa es «fácil» para mí. «Son unos niños, sólo tienen 15 años». Para mí esta frase fue una pequeña revelación, pues ante mis ojos están en edad suficiente de tomar y tener responsabilidades de ese calibre. Al ver sus ojos como diciendo «¿es en serio lo que dices?» entendí que no todos crecemos de la misma forma.
Para mí es muy normal que un niño o niña de alrededor de los 12 o 17 años haga actividades que son de suma responsabilidad, porque así crecí. Yo tenía esa edad cuando ya era responsable de diversas cosas. Fue ahí cuando entendí que a algunas personas no les gusta sufrir, ni tener dolor ante ellos. Yo no puedo ser de otra manera (aunque trato), me exigía demasiado para ser mejor hija, persona, hermana o amiga. Tenía que hacerlo, pues era mi responsabilidad por ser la mayor. Tal vez quería llenar un vacío. Crecí de una forma algo dura, y se me olvida que otros no pasan por eso. Me preparo para lo peor sin hacerme ilusiones. Creo que el dolor, al igual que el miedo, es lo que nos ayuda a crecer.
