No quiero que me victimicen, ése no es el fin de esta historia. El punto de todo es contarles la perspectiva de una hija que tuvo que ver cómo su familia se separaba, que tuvo que salir de esa pequeña burbuja y entender todo.
No puedo decir que tuve una excelente vida y que fui muy feliz, porque eso no es verdad. Así como viví momentos de felicidad, también hubo momentos de tristeza. He escuchado en muchas otras personas decir «qué bueno que se separaron ahora que los niños están chiquitos, ellos ni en cuenta de lo que pasó», «ella debe estar muy mal ahora que el esposo se fue», «los niños ni se van a acordar de lo que pasó», «ella debería ir a terapia para que esté bien, los niños como quiera están chiquitos, ¿qué tanto pueden entender?».
Siento que no les toman importancia, creen que no comprendemos muchas cosas, pero eso no es verdad. Los niños somos demasiado intuitivos y podemos darnos cuenta de muchas cosas. Si como padre no tomas a tus hijos con el respeto que se merecen, en un futuro puede haber repercusiones. Sé que el trabajo es importante, pero un día los momentos más importantes con tu familia no los podrás recuperar.
La vida nos exige mucho como personas. Si tratamos de complacer a otros o aparentar algo que no somos, tendemos a perdernos.