Me casé.
El inicio de nuestra relación sorprendió a varios, incluyéndonos. Si hace diez años me hubiesen dicho que me casaría con él y que tendríamos una hija, no les habría creído.
Tal vez no fue en el momento que habíamos pensado, pero lo hicimos ya habiendo concluido mis estudios y servicio social. En ningún momento de mi vida llegué a pensar que el matrimonio es bonito o color de rosa, amor y dulces, ya que no tengo esa escuela. Sé que un matrimonio es difícil, que en ocasiones tienes que aprender a ceder, que no puedes tomar decisiones sola porque ya no lo estás.
No les miento, hemos tenido problemas, pero creo que hemos sabido arreglarlos. Yo sé que aún somos jóvenes, que debemos tomar las cosas con calma. Sé que no tenemos buena referencia de lo que es estar en un matrimonio. Créanme, ciertas de sus actitudes no las soporto.
Soy demasiado desesperada, me gusta planear las cosas; por ejemplo, si tengo un evento, las cosas deben estar organizadas desde una semana antes. Él es todo lo contrario, es demasiado lento, hace las cosas un día antes o ese mismo día, no le gusta planear nada y es demasiado desorganizado. Pero es buena persona conmigo, me trata bien, trata de ser cariñoso, a pesar de que yo no lo dejo mucho. Yo trato de ser cariñosa a mi manera. Ama y cuida lo mejor que puede a nuestra hija.
Una vez leí que no escoges de quién enamorarte. He tenido que soportar malas costumbres de él, pero él también ha tenido que soportar malas costumbres mías y, a pesar de eso, seguimos juntos y hemos logrado llevar un balance en las cosas.
El amor de pareja es algo inesperado, sólo llega, no siempre dura, y debemos apreciar los buenos momentos porque en algún momento serán recuerdos.
De los malos, aprender para mejorar.