No creo que esté en mi mejor momento, pero estoy mejor que ayer.
Con todo lo que pasé estos últimos meses, por las cosas que he vivido a lo largo de mi vida, me he dado cuenta de que ya no quiero tener más problemas. Estoy trabajando por mejorar, por ser ese adulto que yo necesité cuando era joven.
Sé que no soy la mejor madre que existe, pero de verdad lo estoy tratando. No les miento, he llegado a gritarle a mi hija. Son reacciones que hago sin siquiera pensarlas, sólo salen, y en ese momento me doy cuenta de lo que hice, trato de tranquilizarme y hablar con ella. Le pido disculpas si es que en algún momento la asusté con mis gritos, pero no son ofensas y sólo pasa cuando ella hace alguna travesura o hace algo que la podría dañar. Me asusto tanto que grito su nombre o un «¿qué estás haciendo?» y termino más asustada que enojada por la situación.
Estoy tratando de dar lo mejor. Quiero hacer lo posible por darle esa confianza que yo no tuve, darle libertad dentro de lo correcto y de las reglas. Quiero que ella tenga la confianza de contarme lo que ella crea necesario, recibir el consejo que yo no tuve o que escuche lo que yo hubiese querido escuchar.
Sé que soy estricta en ciertos aspectos, no solo con ella, también conmigo misma y mi esposo. Recalco mucho el educar dando el ejemplo y espero estar haciendo lo correcto.
Al final, sólo ella podrá juzgarme de mis acciones, nadie más tendrá ese derecho, y espero poder corregir los errores que ella sienta que cometí.