«Acepta tu vida como lo fue y sigue adelante». He escuchado ese mismo discurso de «pobre de ella», «debes cuidar a tu mamá», «no le des molestias a tu madre», «ella ha sufrido mucho». ¿Pues qué creen que he hecho desde los 12 o incluso desde antes?
Sé que sufriste, yo también. Sé que viviste malos momentos, yo también; pero por favor, deja ya ese papel de víctima, que mi hermano y yo no tenemos la culpa de lo que te pasó, de cómo piensas o de lo cuadrada que es o era tu mente. Detesto eso de ti, siempre lo detesté.
¿Piensas que sólo tú fuiste la que sufrió, que sólo tú te sentías mal? Pues no, fíjate que no. Traté de respetarte lo más que pude, pero tú a mí nunca lo hiciste, porque el respeto se da en diferentes formas: desde reconocerme por mis esfuerzos, darme aprecio, tenerme consideración de mis fracasos, no ofenderme, comprenderme en mis faltas, hasta tenerme tolerancia, porque todo eso yo traté de hacerlo contigo y tú no.
Cada que escucho que soy una mala hija, me quedo pensando: «¿Qué más quieren de mí? Nunca seré suficiente, mi hermano nunca será suficiente». Me quieres demasiado perfecta y abnegada. ¡Por favor!
Todos te hemos perdonado por todo, por no ser una persona presente, porque no podías, porque tenías otras cosas qué hacer. Pero hacia mí no hay consideraciones, ni hacia mi hermano. Tú eres la pobre chica frágil y yo el monstruo.
Espero que puedas sanar tus heridas, yo estoy sanando las mías. Sí, es verdad, no tienes la culpa de lo que te pasó, pero yo tampoco la tenía.
No seas eso, eres más que una simple víctima, eres más fuerte de lo que crees. Sólo debes darle pie sin miedo a perder o quedarte sola. La soledad no es mala.
No tengas miedo, pelea por ti. Como tú lo has dicho: «Nadie más lo va a hacer si no eres tú».