Constanza regres贸 a casa con la ilusi贸n de que ser铆amos marido y mujer. Las cartas de nuestros d铆as del ayer y las promesas en el balc贸n de la escuela la hicieron pensar que todo ser铆a igual.
Nada volver铆a a ser como antes. Nuestra historia culmin贸 el d铆a que nos levantamos las manos y nos agredimos al punto de no tener un retorno. Le expliqu茅 que la amaba profundamente, pero deseaba que estuviera en casa por nuestros hijos. Cinco a帽os han trascurrido y somos dos amigos que se cuentan historias sin retorno.