blurred-Ahí estaba
Ahí estaba
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Ahí estaba

—Hola —escuché.

—Eres tú de nuevo —dije al aire.

—Sí, soy yo. De nuevo. Realmente no sé por qué dices de nuevo si siempre estoy aquí contigo en esta habitación.

La sombra tenía razón. Ella había aparecido un día y se había quedado adherida a la pared. Podía escucharla, sentirla y verla, aunque las luces estuvieran apagadas y todo estuviera obscuro.

—¿Por qué has estado todo el tiempo aquí? ¿Al fin dejaste tu vida a un lado? —me preguntó la sombra.

—No, aún no la he dejado. La vida nos ha jugado una redada a todos y debo quedarme en casa —contesté. Nunca supe por qué le contaba a aquella sombra mis cosas, por qué esa sombra estaba ahí ni por qué se dedicaba a escucharme. La había visto después de un día de esos en que quieres terminar con todo; había hablado con ella y, cuando las cosas mejoraron, no la había vuelto a ver sino hasta que las cosas se volvieron a venir abajo. Una y otra vez, una y otra vez.

—¿Tú existes? ¿Eres real? —me decidí a preguntar. La sombra rio estrepitosamente.

—Puedo ser real si tú quieres que sea real —contestó. No le entendí.

—En este mundo lo que es real o no depende de cada uno de los individuos. Para ti puedo ser real, pero para otros puedo también no serlo. Si le dices a alguien que me ves no te creerá y te etiquetará como una loca. Hay cosas que es mejor mantenerlas sólo para sí mismo; quiero decir, si ese algo nos mantiene a gusto con nuestro interior es mejor que sólo se quede ahí.

—El que estés aquí nunca me causó estar a gusto —dije. La sombra sonrió.

—Lo sé. Causa temor encontrarse con sí mismo —dijo.

—¿Sí mismo?

—Sí, con sí mismo. Si quieres saber lo que soy realmente, busca dentro de ti. Ahí, en un rincón es dónde debo estar —dijo.

—Y si es dentro de mí donde debes de estar, ¿por qué estás aquí afuera? —pregunté. No lograba entender nada.

—Tal vez las cosas se han vuelto a venir abajo.

—No lo sé —dije. Comencé a cuestionarme.

Habían pasado ya tres semanas desde que habían anunciado por televisión que no podríamos salir de nuestros hogares a causa de una pandemia. Lo único que podía hacer era estar en casa y hacer los deberes que se me iban asignando con el pasar de los días. Realmente no tenía por qué estar mal. Había salido a comprar alimentos, había vuelto a casa, había preparado los alimentos, había comido y me había metido a mi habitación.

Había salido a comprar alimentos, había vuelto a casa, había comido y me había metido a mi habitación, me repetí. Había comprado alimentos, había vuelto a casa, me lavaría las manos, prepararía los alimentos y luego comería. No lo hice así.

Me había contagiado, me había descuidado y había terminado en el hospital, la sombra lo sabía.

—Hola —dijo de nuevo la sombra.

—¿Hola? ¿Qué haces aquí en el hospital? ¿Dónde estás? —pregunté extrañada.

—En ti, siempre estoy en ti.

En mí. Cerré los ojos, ahí estaba. En mí, en un rincón.

—No va a pasarme nada —dije. Mi voz se escuchó como eco.


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