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Huauhtli
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Huauhtli


Huauhtli: También llamada amaranto, es amarilla, redonda, envuelta, muy redonda, como maíz redondo. Dura, arenosa, endurecida, se hace tzoalli. Yo hago tzoalli. –Códice Florentino

Desayuné en este mismo restaurante. Pedí un plato sencillo y un café sencillo (era el único local abierto aquel día). Entró una mujer pequeña, un poco amarilla, redonda, muy redonda, con las manos estropeadas por el sol o qué sé yo; pelo negro hasta la cintura, muy lacio. Me preguntó si podía sentarse a mi mesa (naturalmente que podía) y pidió la carta: «Todo lo que hay que sea carne». Eso dijo, y pagó de antemano en monedas pesadas de a diez y de a veinte, más propina.

Pacientemente, con la meticulosidad de un cirujano o un jardinero, trinchó y recortó cada porción en cantidades más pequeñas, mientras leía una revista grande que llevaba bajo el brazo, que trataba sobre ingeniería, probablemente, porque tenía una imagen de un tren en la portada, dibujos de maquinaria y cosas así. Jugaba un poco con su cabello, con una mano, y con la otra comía un bocado o dibujaba trazos perfectos en una hoja de papel milimétrico. Esto la mantuvo ocupada un buen rato.

Yo pedí otro café y pagué la cuenta. Tuve que salir al cuartito exterior (porque, como sabes, el local no tiene baño adentro). Salí silbando… ¿la mujercita me seguía? Di media vuelta y no vi nada, pero creí escuchar un chasquido: algo se movía entre los maizales. El restaurante parecía vacío desde el exterior. La mujer se alejaba despacio por el camino de tierra (y su andar era como un ánade anda). De pie, frente a la letrina, cerré los ojos lo más fuerte que pude e hice lo propio. Sólo escuchaba, incesante, el cantar burlón del martinete.

24 de abril de 2014 Ricardo García Cuento Número 2 Horror Histórico Video

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