Una vez una hormiguita
un centavo se encontró,
se compró su listón rojo
y en la puerta se sentó.
Pasó el toro y el conejo
y el gallito cantador.
A ninguno le hizo caso
hasta que el ratón pasó.
Ratón Pérez se llamaba,
ése sí que le gustó.
En el acto se casaron
la hormiguita y el ratón.
Y vivieron muy felices
hasta que el ratón se ahogó
en la olla de frijoles
por travieso y por glotónnnnn.
Derechos Reservados Instituto Internacional de Estudios Avanzados de Monterrey, A.C. – 2017